Cuento Anecdótico
Expedición Al Agua De Las Dos Bocas
La idea del viaje surgió como una tarea
de investigación, todo fue planteado por el profesor de Ciencias Sociales del Liceo Vallejuelo, se trataba de indagar
los lugares o paisajes que conforman el patrimonio natural-cultural de la
comunidad, esa era la tarea asignada al grupo 6 de tercero A del que eran parte, todas, las seis, eran muchachas ni
un solito varón en aquel grupo, sin embargo, con mucha apatía y un poco
desorientadas en lo que iban hacer se preguntaban por qué a nosotras; de todos
modos hicieron el viaje, partieron una tarde de primavera muy soleada del mes
de mayo e hicieron los preparativos: botellas plásticas con agua, algunas mentas, la cámara para sacar las
fotos y su espíritu de aventureras.
Se desplazaron un trayecto del camino a
pie y otro en motores unos seis kilómetros del centro de la ciudad en dirección
donde se oculta el sol hasta pasar un
lugar llamado Bajá Prieta, que es por
donde se llega a ´´la cañada de las dos bocas ´´, este es un lugar muy pedregoso con rocas afiladas y desiguales
pero todas muy blancas que según el profesor son rocas sedimentarias del tipo
calizas frecuentes en los callejones de ríos y cañadas de los sistemas
montañosos del país.
Sacaron fotografías durante todo el
camino e hicieron lo mismo una vez estuvieron en´´ las dos boca´´ ya que de
esta manera documentarían la investigación, además serían pruebas concluyentes de que
estuvieron allí, pues así lo hicieron, sacamos fotos de árboles verdes, secos,
quemados, además de escombros arrastrados por las recientes lluvias que habían
caído, así como a los diques con largos y anchos tubos; algunos observaron
enterrados y otros estaban al descubierto, del mismo modo, tomaron fotos a los
charcos de agua que adornaban la cañada. En aquella época reinaba una visible
sequía aunque terminada por los últimos aguaceros que matizaban los naturales
esfuerzos de florecimiento de la primavera evidentes en cambrones, chácaros,
bayahondas, arbustos y matorrales.
Cuando avanzaron cañada arriba hacia ´´la presa de las dos bocas´´ (que así
le llaman también a ese lugar debido a que desde los años ochenta se propuso
construir una represa por la abundancia del agua que la cañada arrastraba de
forma permanente al Arroyo de Jorgillo y que ahora al final de la primera
década del siglo XXI, las Hermanas Dominicas y la Asociación de
Parceleros y Campesinos retomaban la iniciativa para represar el agua de la
cañada en diques que entubarían para aprovechar el agua irrigando con ellas
cientos de tareas áridas e incultivas), se encontraron con unos jovenzuelos que
les preguntaron:
– ¿Qué hacen ustedes por estos montes?
– Una tarea de la escuela, – contestamos todas.
–
Se la van a comer los haitianos por aquí –, replicó uno de ellos.
– Se lo dije – contestó Yofi–. Y luego, se
devolvió junto con ellos.
–Yofi es loca, – dijo Karen. – Sigamos
adelante, – volvió añadir Sunilda.
Prosiguieron hacia su destino y cuando
llegaron hicieron tremendo alboroto: – ¡Urra! ¡Urra! – Como si habrían ganado
un campeonato de voleibol. De pronto interrumpe Rudilenny aquella alegría
diciendo:
–
y
esto es la Presa
de las dos Boca–
–
¡¡¡ja,
ja, ja, ja, ja!!! – dijo a carcajadas.
–
Yo
esperaba otra cosa – continuó Yovairys.
–
No
está tan feo – musitó Koca.
Descansaron un rato, posaron para algunas fotos personales y
sacaron otras para el grupo. Pasaron algunas horas y mientras oscurecía, decidieron
que era tiempo de regresar, al caminar unos minutos les dio la sensación de
estar perdidas, de echo así era, estaban perdidas, se extraviamos por varias
horas, pero caminaron siempre cañada
abajo, era lo más lógico si querían encontrar el camino, ya había casi oscurecido cuando se
encontraron con una cruz de camino, mas bien, era como una equis; tomaron el primero
a la izquierda pero no las llevaba a la salida, regresaron y tomaron el segundo
al norte y se encontramos con algunas aves que espantaron con sus bulliciosas
conversaciones, que por el aleteo: ´´ ¡Ta,
ta, ta, taaa! y su arrullo: ´´ ¡Uuuhuuu!
¡Uhuuu! ¡Uuuhuuu! ¡Uhuuu!´´ Creyeron que eran rolas o tortolitas, pero no las
pudieron ver por la oscuridad que había esa noche, además se asustaron y con el
ruido de las aves entre los árboles salieron corriendo, estaban muy aterradas.
Volvieron y tomaron el tercer camino, que
al dejar el monte recordaron a los muchachos que habíamos encontrado y que
según versión de ellos ese camino las llevaría al cementerio de Jorgillo, por
lo que decidieron devolverse y no avanzar por eso sendero. Les quedaba un último camino, ya estaba muy de
noche, ¿sería este el camino? – Se
preguntaron. Finalmente, sí, salieron
a la carretera, El Hato –Jorgillo, pero
algunas de ellas salieron descalzas porque perdieron los zapatos o las chancletas
entre las piedras del camino, y cansadas
por el tanto caminar a oscuras; luego de esperar un rato pudieron regresar en
una ´´bola´´que les dio un señor en un carro hasta el Guayabo y desde allí a
pie hasta sus casas sanas y salvas pero
convencidas de que esa sería la
experiencia inolvidable de Sunilda, Rudilenny, Karen, Yovairys, Yofi y Koca.
(Mayo 2012)
(Mayo 2012)
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