Una tarde mientras disfrutaba de unas cortas vacaciones me
dispuse a retomar mi rutina de ejercicios, comencé caminando una cuantas
cuadras cercanas a mi casa, de repente me encontré con una alumna de primer
grado; se alegro mucho al verme a la segunda vuelta se quedo mirándome hasta
que doble, yo pensé que será lo que le sucede ya que en su postura había
preocupación; dando la vuelta siguiente me espero con algo en sus manitas y
dándome un abrazo exclamo: ¡profe tenga! en medio de su escases y pobreza, ya
que era una extranjera (haitiana), encontró para ella algo muy especial para
mí, juntando sus manitas me dio un
pedazo de tiza.
Lo real es que cuando un docente esta de vacaciones lo último
que quiere que le regalen es un pedazo de tiza porque eso te manda a seguir
trabando. Ella me lo obsequio con tanto amor que yo le sonreí y la abrace
dándole las gracias.
Yo pensé, Padre, que lección me quieres enseñar lo que
aprendí fue, que si yo decidí ser maestra mi labor al igual que el de una madre
termina con la muerte.
Grabemos en nuestra memoria cada gesto de esas caritas
inocentes que muchas veces buscan un consuelo en la magia que creen hay en la
maestra o el maestro, apóyale, ayúdale, y hazle saber que si que en ti hay
magia, la magia del amor, que no nos mueve un seco sentido del deber el móvil
es el amo.
Recuerda que se puede dar sin amar, pero no es posible amar
sin dar.
Autora: María Altagracia Mateo Jiménez
(Docente Escuela Anacaona, Vallejuelo)
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