Florida ha comenzado la cuenta atrás para la colisión de Irma, el mayor huracán de la historia del océano Atlántico y con visos de provocar una catástrofe inédita. “Va a devastar Estados Unidos”, afirmó este viernes el director nacional de emergencias, Brock Long. El presidente Donald Trump advirtió de que será un tifón de “proporciones épicas” y urgió a la población —unos seis millones de personas en peligro extremo en la costa este de Florida, con Miami como potencial zona cero, y un riesgo creciente para el conjunto de los 21 millones de habitantes del estado— a “apartarse de su camino”.
Tras degradarse el viernes por la mañana a categoría cuatro, por la noche las predicciones señalaban de nuevo que Irma llegará al sur de Florida de la peor manera posible, repuntando a categoría cinco y con vientos sostenidos de 250 kilómetros por hora. En Florida ya se había dado la orden el viernes por la noche para la evacuación inmediata de 5,6 millones de personas. “Llevo 60 años aquí y nunca había visto nada parecido”, ha reconocido consternado el alcalde de Miami-Dade, Carlos Giménez, un tipo curtido en mil batallas como exjefe de bomberos de la ciudad más grande de Florida.
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