Los procesos educativos están orientados hacia el pasado. Nos obligan en gran medida a tener una buena memoria del pasado. El uso de la memoria es vital para la aprobación de grados. Un buen examen se pasa más por tener una buena memoria que por tener una buena creatividad. Inclusive nos amparamos en paradigmas como “pueblo que no conoce su historia está obligado a repetirla”.
Como estudiantes aprendimos los distintos procesos históricos universales, guerras, invasiones, fundaciones de ciudades. Leímos la literatura clásica y universal, La Ilíada, La Odisea, Edipo Rey, El Quijote, La Celestina, Romero y Julieta, Los Miserables, Los Tres Mosqueteros, El Príncipe, El Principito, Cien años de Soledad. Conocimos a Sheskeperare, Cervantes, Alejandro Dumas Aprendimos la filosofía, medicina, física y matemática de los griegos. Los códigos arábigos, el derecho romano, la religión judía, la filosofía y arte chino, la cultura oriental.
Aprendimos de las distintas civilizaciones, Maya, Persa, Romana, Egipcia, Precolombina, China, Mesopotamia, Griega. Conocimos las distintas edades del hombre: edad de piedra, bronce, y hierro. Paleolítico, neolítico, mesolítico. Entre el Holoceno y el Pleistoceno. Conocimos desde el eslabón perdido hasta el homo sapiens y toda la evolución del hombre actual. Qué no decir de los planetas, las constelaciones, las osa mayores y menores. La formación del universo y el origen de todas las cosas.
Leímos la filosofía clásica, la historia universal, el descubrimiento de América, la Edad Antigua, Media y Contemporánea, Modernidad y Postmodernidad. Los grandes inventos de la historia, los acontecimientos más relevantes. Historias de reyes, emperadores, gobernantes, dictadores, sátrapas. La primera y segunda guerra mundial. El primer viaje a la Luna. De automóviles, aviones y naves espaciales. El arte barroco, la literatura romántica.
En fin, la memoria de una estudiante se forma con conciencie historia sobre el pasado. Tener una buena síntesis histórica de lo que hay que saber. Pasar exámenes, sacar buenas calificaciones, repetir datos, hablar en público, vestir formal. Saber que se sabe, enseñar a los demás lo aprendido y a esto nos llaman culto, instruido, preparado. Cuando hemos sabido de todo sobre un pasado que no volverá, que fue o que no fue, pero sí de seguro que conocemos una historia contada sólo por vencedores o sólo lo que alguien quiso que supiéramos, de manera especial conocemos la especulación de la historia.
¿Nos preguntamos entonces, hacia dónde va la educación? Nuestro sistema educativo va orientado hacia el pasado. Las cosas del pasado que generalmente ya no tienen efecto en el presente. Estamos formando individuos conscientes de su pasado, pero superficial en la vivencia del presente y sin nociones hacia dónde se dirige en el futuro. Este modelo educativo puede provocar en los estudiantes desinterés y hasta la reiterada pregunta de las aulas: ¿Para qué nos sirve? La misma pregunta que los docentes cuando éramos estudiantes nos hicimos. Y nos daban las mismas respuestas que hoy damos a los estudiantes: para que se les abra en entendimiento.
Un modelo que responda a la necesidad del estudiante de hoy debe centrarse en dos principios: en primer lugar es la forjar un compendio de valores humanos y espirituales que hagan del estudiante un sujeto libre, consciente y comprometido con forjar cambios en la sociedad y en segundo lugar incentivar la creatividad e innovación que le permita a los estudiantes la competitividad e inserción en la sociedad. La educación es inseparable de la formación del ser humano. El estudiante que aprende, emprende. Aprende a ser persona y emprende proyectos de vida.
El sistema actual nos enfoca para que seamos buenos profesionales, para que consigamos buenos empleos y elevemos la calidad de vida. ¿Vale la pena dedicar catorce años de la educación primaria y secundaria, más cinco de la universidad más tres de una especialidad para conseguir un buen empleo? Cuando un joven tiene veinticinco años de edad se ha pasado veintidós de los mismos dentro de un aula. Luego se pasará los próximos treinta y cinco o cuarenta años en una oficina. Para que cuando se jubile tenga una pensión digna. Aún nos queda mucho por reflexionar sobre cómo debemos reorientar la educación y el sujeto que queremos formar. Así estamos educando a los pobres, la clase media y alta están enfocadas hacia una cultura emprendedora. ¿Será este el modelo que el gobierno y los empresarios quieren?
Moisés Corcino V.
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