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ELLOS Y ELLAS SE GRADUARON, AHORA QUIÉN VELA POR QUE LOS NOMBREN


El anhelo y deseo de todo el que estudia en una universidad, es sin lugar a dudas terminar con éxito esa gran travesía. Despertarse cada mañana, consciente del compromiso, dispuesto a quemarte con el sol, a mojarte con la lluvia, pasar hambre, caminar mucho, esperar transporte, retornar tarde a su casa, es realmente una gran lucha.


Lucha que muchos se toman en serio. Lucha que les cuesta dejar a un lado muchas cosas que les son importantes. Todo por cumplir un loable sueño, ser "profesional". Profesional en aquello que has elegido, ya sea por que realmente te gusta o por carecer de opciones, en el pero de los casos inclusive porque consideres que podrías obtener dinero más rápido luego de graduarte.

Pero vamos al punto. Se pudiera considerar la carrera de Educación, en todas sus vertientes, como la mas sublime y digna de veneración. Por algo es que la educación es muy importante para los países que han alcanzado más elevado nivel de evolución y es por ello que se preocupan porque sus ciudadanos tengan la mejor educación, con la mejor calidad.

¿Es así en nuestro país República Dominicana? Muchos son los jóvenes que han tomado la valiente decisión de aventurarse en este mundo, muchos son los que han llegado a la meta, otros tantos ya están muy cerca. Cada año cientos de jóvenes se gradúan en alguna área de la Educación en las diferentes universidades de nuestro país. Los mismos van al llamado Concurso de Oposición cuando se les convoca. Muchos pasan las pruebas, otros no. 

La pregunta es: ¿Por qué muchos de los que pasan sus pruebas, incluso con excelente calificación, tienen que verse obligados a esperar una eternidad para que se les nombre y posteriormente se les ubique en una escuela?

Si la universidad cumple con su rol, ¿no debería acaso el Estado, garantizar que el egresado no se vea obligado a dedicarse a otra cosa distante y muy diferente a lo que se dedicó a estudiar por unos cuantos años?

El recién graduado, como los otros, se sienta en el banco de espera, mirando por encima de la cabeza de los que están delante, que son innumerables, con la esperanza de ver que se les abra la puerta. Así le agarra el día y la noche, en espera, sueños van, sueños vienen. Quizás pensando que debió haber estudiado otra cosa.

¿Cómo es posible esperar que el egresado se canse de esperar?

Sería una buena idea que mejor sigan estudiando a lo que llega el turno. Que sigan fortaleciendo su práctica docente, ensayando, para que no se les olvide lo que aprendieron y continúen motivándose unos con otros mientras la puerta se va abriendo.

Parece que nadie vela por ellos.

--Si un árbol no recibe agua ni nutrientes, está condenado a la muerte--