Federico García Lorca escribió «La casa de Bernarda Alba» en 1936. Han pasado, exactamente, 81 años. Tiempo suficiente para que las cosas que se contaban entonces, que se vivían entonces, hayan cambiado. Tanto que el 14 de diciembre se subirá a las tablas de los Teatros del Canal de Madrid una Bernarda hombre.
De hecho, todos los intérpretes de esta novedosa versión de la obra del genio de Fuente Vaqueros (Granada) son varones, a excepción de Julia de Castro. La responsable de este ejercicio de empatía, tan necesario en los tiempos que nos ocupan, es Carlota Ferrer (El Escorial, 1977), cuya carrera fue recompensada en octubre con la dirección del Corral de Comedias de Alcalá de Henares.
¿Por qué quería que los personajes fueran interpretados por hombres?
Federico se proyecta en todas las mujeres. Es un autor que nos ha dado voz, pero él siente la opresión por su homosexualidad. A lo largo de la literatura, tanto dramática como en la novela, la mujer siempre se presenta en una dicotomía: o es puta o es monja. Hay algo en eso que, aunque haya una actitud crítica del autor, se normaliza.
Y al normalizarse, se acepta.
Exacto. Pasa incluso con los anuncios de la violencia de género. Me parecía interesante que fueran hombres los que defendieran a las mujeres, que se pusieran en su piel, porque al no ser algo normal conduce a una reflexión mayor. Es lo que más os llama la atención a los medios, pero hay más cosas en el montaje que tienen que ver con esta lucha activa de defender el feminismo.
¿Para usted es una lucha activa?
Lo es. No soy muy dada a manifestaciones en redes, ni políticas ni sociales. Lo hago con el teatro y, sobre todo, en mi vida privada soy muy fiel a lo que pienso. Intento trasladar lo que no quiero que me hagan a través de la obra.
¿Cee en el papel activo del creador en la sociedad, de denuncia?
Sí, totalmente. El teatro es un escenario que nos da el privilegio y la responsabilidad a los artistas de dirigirnos a la comunidad, igual que lo hace un político desde su púlpito. Hay que cogerlo como una responsabilidad y un privilegio, las dos cosas juntas. Como creadores, siempre debemos poner una reflexión. No me gusta dar respuestas, me gusta hacer preguntas, y por eso planteo espectáculos donde el espectador no queda indiferente, normalmente se crean bandos, reflexión y debate.
Al cabo, para eso está la cultura.
Exactamente.
Viendo el texto de Lorca, es obvio que hemos avanzado mucho pero... ¿Qué siente, como mujer creadora, ante el camino aún por recorrer?
Hay cosas que quedan lejos, pero conozco casos de Bernardas, de hijas de Bernardas… Es muy interesante cómo la víctima se convierte en verdugo; de eso habla mucho Federico. Bernarda no deja de ser una víctima que, para sobrevivir, adopta el rol del hombre y oprime. Es algo que vemos a diario en trabajos donde la fuerza de los hombres ha prevalecido: si eres mujer y quieres liderazgo, tienes que convertirte en eso.
¿A usted le ha pasado?
Yo huyo de eso. Siempre parto de la colaboración, de ponerme en mi sitio sin tener que ejercer la tiranía, pero a veces es fácil creer que tienes que sobredemostrar. Sí que hay esa presión, parece que una, por ser mujer, tiene que demostrar más que si fuera un hombre.
¿El teatro en España es machista?
[Pasan unos segundos] Sí.
Se lo ha pensado...
Sí, porque yo no lo he padecido nunca… Bueno, a veces sí. Y, desde luego, siento que siempre hay que demostrar el doble. Cuando voy a contar a un director de un teatro un proyecto, algo no es igual. Esa es la lucha. Porque estos señores mayores se encuentran en una situación muy desconocida, y tienen que gestionarlo emocionalmente. El machismo está en todas partes.
La mayoría de directores teatrales han sido hombres hasta hace pocos años. Las mujeres ya no están sólo en el escenario.
Ahora está Helena Pimenta, ha estado Natalia Menéndez…
Está usted en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares, con Darío Facal.
Estoy yo… [ríe].
¿Se sienten los actores cómodos siendo dirigidos por una mujer?
La verdad es que tanto con Helio Pedregal, como con Coronado o ahora con Eusebio (Poncela) e Imanol (Arias), no he sentido una animadversión. Tienen que confiar, no vienen a ciegas, y saben que van a indagar en zonas donde con un director no llegarían;eso les pone en un reto y les gusta.
Lo mismo ha sucedido en el cine.
Bueno, en Hollywood sólo ha ganado el Oscar a la mejor dirección una mujer.
Sí, Kathryn Bigelow
Es muy complicado, porque hay que vender el proyecto y los productores también son hombres, en su mayoría.
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