La muerte que no cesa
EL FANTASMA. Un fantasma recorre el mundo y no es el
comunismo. Ni siquiera son las redes en su función de posverdad e insultos. No.
El fantasma que azota el mundo es la violencia contra la mujer en su más vil
expresión, la muerte. En nuestro país, con los años aumenta el drama, las
estadísticas no ceden como no cede el miedo. “Pasa el tiempo y no se pasa ni tu
recuerdo”, que es terrible, pero, sobre todo, pasa el tiempo, pasan las
teorías, incluso pasan las acciones, los discursos, las maestrías, alegorías,
poemas, las caminatas pendejas, las inútiles sentadas, pero resulta que
ya ni las órdenes de alejamiento evitan la tragedia, disuaden al asesino.
(No existe el “crimen pasional”, existe el crimen. Colegas). Entre los asesinos
de mujeres muchos son jóvenes, mucho mejor informados que sus padres que somos
“machistas leninistas” por deformación de crianza, pero el resultado de sus
“desacciones y absurdidades” es el mismo: la muerte. Si bien no se ha invertido
en personal y en recursos los montos que merece este drama, cierto es que en
los últimos 20 años, en la lucha contra la violencia contra la mujer, se ha
invertido más que en toda nuestra vida republicana, se han creado instituciones
casi todas, se han dado talleres donde fuera necesario, se ha reeducado a las
familias en el apoyo a las víctimas, pero como en el poema de Vallejo, “el
cadáver, ay, siguió muriendo”.
EL ABUELO PABLO. Ante el fracaso de todo lo
anterior, quizás ha llegado la hora de que, con precaución, cada uno
vuelva a las palabras de sus padres o abuelos. Algunos dirán que ellas son las
llamadas de la selva y la barbarie, y quizás tienen razón, pero les recuerdo
que del CIPAF para acá, años setentas, mucho se ha hecho, invertido,
capacitado, educado, “pero el cadáver, ay, siguió muriendo”. Las palabras del
abuelo Pablo uno las escuchaba, atento y silencioso, en su finca de Paya: “las
afrentas contra las mujeres de la familia se lavan con sangre”. Será la llamada
de la selva justo al lado de la barbarie, ¡cómo negarlo!, pero lo cierto es que
45 años de civilización, leyes, seminarios, y Gloria Martín cantando, “Ovarios
fuertes di lo que vales/ la vida empieza donde todos son iguales”, poco se
ha logrado en los intentos de detener la muerte de mujeres por su derecho
a olvidar. Y algo debe quedar claro: una falta no justifica la muerte sino el
adiós, el olvido. El único rencor posible de un macho herido contra una hembra
en gris, “piel de manzana”, es un bolero. Joder. Sea hombre, olvide, y que
cante Sergio: “En el viejo bar nuestras dos sillas, en el mismo rincón a
media luz... brindo por ti...”.
“PERD”N, VIDA DE MI VIDA”.- Pido perdón si es la
barbarie, si cada vez que es asesinada una mujer, ay, (una joven en su
flor), cede uno a la tentación de conceder la razón al abuelo Pablo, y
vuelve otra vez a escuchar el mandato: “Para agravios contra los hombres de la
familia sea civilizado, acuda a la justicia, llame al fiscal, busque un
abogado. Pero para las afrentas a su madre, sus hermanas, sus hijas, no hay
Dios, oración ni Código Penal que sirva, sino la sangre”. Será la
barbarie. (Creo que lo es). Pero por lo menos es una barbarie digna y decorosa,
y si quiere que entre al mar que nos ahogamos. Sí, es una tentación a superar
ante el desconsuelo de ver cómo se puede teorizar tanto sobre el mismo tema, y
marchar, desayunar, estudiar, insistir, capacitar, seminarizar, educar,
funglodizar, aconsejar y que hasta allá un ministerio de la mujer, pero en la
vida real, una vez más, en la voz de don César, el peruano, la santa poesía,
como siempre, tiene la razón... “pero el cadáver, ay, siguió (y sigue)
muriendo”. Es una tentación a superar, vuelvo y digo, lo admito, y otra vez
pido perdón. (Este bulevar ni se lo cobro a don Pepín). Pero, si a los grandes
amores de horizontales consecuencias uno vuelve casi siempre, ay, cómo no
volver, desconsolados y vencidos, a las palabras del abuelo: “Los agravios a
las mujeres de la familia, se lavan con sangre”. Perdón. Perdón.
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