Según el cónsul inglés el imperio entregó 175,000 pesos a Pedro Santana y a ministros
SANTO DOMINGO. La anexión a España, ocurrida en el 1861, no solo fue el resultado de ciertas circunstancias históricas, sino que también fue motivada por un soborno que habría entregado el imperio al general Pedro Santana, entonces presidente, y a varios ministros, promotores de la reincorporación de la República Dominicana a su antigua metrópoli.
La información relativa al acto de corrupción, que habría ocurrido entonces, está contenida en un reporte remitido por el cónsul inglés de la época, Martin T. Hood, al ministro de Relaciones Exteriores de su país, John Russell, sobre los sucesos concernientes a la anexión, el cual fue publicado por el historiador Hugo Tolentino Dipp en su libro La traición de Pedro Santana.
Es frecuente leer en textos de historia que la anexión fue “un error”, provocado por una opinión muy difundida entre las clases conservadoras y las mayorías de los dominicanos pensantes, según la cual el país tenía que incorporarse a una nación más poderosa para protegerse de posibles invasiones haitianas.
En el informe enviado por Hood a Russell, el 21 de marzo de 1861, le plantea además que las negociaciones de la anexión se realizaron en el mayor secreto y que se extendieron por más de un año.
“Dudo que en los anales de la Historia pueda encontrarse el paralelo de un proceder tan ignominioso o inicuo”, escribió Hood a Russell en el 1861, respecto a la anexión.
“El precio que España pagó por esa iniquidad fue, según me han informado, de ciento setenta y cinco mil pesos para ser distribuidos entre las cinco personas ya mencionadas; de esta suma, 25,000 pesos han sido ya pagados y el resto será enviado desde La Habana, cuando reciban la noticia de que la bandera española está efectivamente ondeando aquí”, afirmó Hood.
En párrafos anteriores, Hood escribió: “Cinco personas, el general Santana, el general (Antonio) Abad Alfau, Miguel Lavastida, Felipe Castro y Pedro Ricart han sido los únicos actores de este infame asunto. Sin consultar con nadie, negando la realidad a todo mundo, durante doce meses han estado en negociaciones con los agentes españoles para vender su país”.
Abad Alfau, Felipe Dávila Fernández de Castro, Pedro Ricart y Torres y Miguel Lavastida eran ministros del gobierno de Santana cuando se produjo la anexión.
El cónsul inglés además subrayó: “Cuando hubieron llevado a cabo los arreglos, obtuvieron, mediante intimidaciones, algunas firmas al pie de un memorial que servía de excusa a su traición, y ahora, y aun hoy día, las firmas están siendo exigidas con el memorial en una mano y el pasaporte para salir del país en la otra”.
De acuerdo al documento en El Seibo, Azua, Baní y Cotuí los anexionistas tuvieron éxito y la bandera española fue izada en la mañana del 18 de marzo pero en Santiago, Macorís y La Vega prevalecía un gran descontento.
“Se cree que los habitantes de allí rechazarán la anexión a España y proclamarán, como frecuentemente han querido antes, su anexión a los Estados Unidos”, vaticinaba Hood.
Asimismo, informaba a Russell que en la frontera haitiana predominaba el mismo descontento con la diferencia de que los moradores de esos lugares preferían la anexión a Haití.
El cónsul Hood auguraba que no era difícil que se produjera un estallido general y que comenzara en las provincias del Norte, donde los elementos de la resistencia eran más fuertes y estaban organizados contra los españoles.
En efecto, el descontento continuó y la guerra de la Restauración estalló en el 1863, en el Noroeste, con el famoso Grito de Capillo y culminó en el 1865 con el restablecimiento de la República Dominicana.
Respecto a lo sucedido para que se produjera la anexión, Hood le dijo a Russell en el 1861: “Dudo que en los anales de la Historia pueda encontrarse el paralelo de un proceder tan ignominioso o inicuo”.
Pocos vivas y el saludo a la bandera española
En su comunicación a Russell, el cónsul Martin T. Hood le describió cómo fue proclamada la anexión, ante unas 250 personas en un acto efectuado en la Plaza de Armas de Santo Domingo, después de las ocho de la noche del 18 de marzo de 1861. En el acto no se dirigió a los presentes del presidente Pedro Santana.
Sobre aquel momento, Hood, quien estuvo allí como uno más, contó: “El lugarteniente de Santana se adelantó entonces hacia el balcón y leyó la proclama, de la cual yo le envío una copia y traducción, declarando que Santo Domingo fue reincorporada a los dominios españoles”.
A continuación, agregó: “Hubo unos pocos, no muchos, vivas en el balcón, los cuales fueron respondidos por los españoles presentes en la plaza. Pero ninguno de los dominicanos, ni siquiera los soldados, ni los extranjeros tomaron parte en ello”.
Relató que la bandera española fue izada y saludada luego en la Fortaleza Ozama con 101 cañonazos.
Llanto por la anexión
Por su lado, el vicecónsul inglés radicado en Puerto Plata. C .J. Chesman, le dirigió una carta a Hood en que describió el pesar con que recibieron los dominicanos de esa localidad la noticia de la anexión.
“Tengo el placer de informarle que en la tarde del 26 la bandera española fue izada en lugar de la bandera dominicana en la Comandancia de Armas. El cambio fue efectuado en perfecto silencio y el espectáculo resultó ser verdaderamente melancólico; hombres y mujeres llorando, ni una aclamación, ni un ruido de ninguno de los dos lados y no fue tirada ninguna salva de cañón”, subrayó Chesman.
Y agregó: Este cambio no ha sido efectuado con el consentimiento del pueblo; la mayoría está muy descontenta. Yo tengo el presentimiento de que la presente calma anuncia tormenta”.
En cuanto a la proclamación de la anexión, Tolentino Dipp expresó que “a partir de ahí el pueblo le demostraría a Santana que él nunca había comprendido su amor a la independencia. Tras la guerra más hermosa de nuestra historia, en la que los dominicanos defendieron su tierra y todos los elementos sociales que lo determinaban como un grupo con características de nación, España, vencida, abandonó definitivamente el territorio nacional el 11 de julio de 1865”.
DIARIO LIBRE
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