El análisis radiactivo permite
establecer qué elementos químicos existen en la muestra. La fluorescencia de
rayos X puede servir, por ejemplo, para identificar los pigmentos usados en una
pintura de Da Vinci
¿Rayos X y Leonardo Da Vinci o la
radiación gamma con un retablo en madera del siglo XIX? ¿Qué relación existe
entre esto? En principio, ninguna. Pero con el avance de las nuevas
tecnologías, especialmente la nuclear, ahora existe una relación cercana para
restaurar y descubrir los secretos de las obras de arte.
Las dos grandes aplicaciones de
la tecnología nuclear al arte y a la arqueología son el análisis de los objetos
para recabar información sobre su antigüedad, composición, origen geográfico,
como también para diagnosticar problemas, y la irradiación para limpiar y
desinfectar objetos dañados.
"La ventaja de estas
técnicas es que se pueden aplicar en una amplia variedad de materiales, el
análisis se puede hacer de forma totalmente no destructiva, o con una invasión
mínima de la muestra", explica Román Padilla Álvarez, físico del Organismo
Internacional de Energía Atómica (OIEA), con sede en Viena.
Padilla es especialista en
diversas técnicas, entre ellas, el uso de la fluorescencia de rayos X (XRF, en
sus siglas inglesas) para el análisis de la composición química de los objetos.
En esta tecnología, una de las
varias que pueden aplicarse al patrimonio artístico, se 'bombardea' una muestra
con rayos X para desestabilizar la estructura de los electrones y causar una
emisión de radiación, que es diferente en cada elemento químico.
El análisis de esa radiación
permite establecer qué elementos químicos existen en la muestra. La
fluorescencia de rayos X puede servir, por ejemplo, para identificar los
pigmentos usados en una pintura de Da Vinci.
Así se puede establecer, por
ejemplo, que además del lapislázuli que usaba el maestro para el azul, hay
otros colores hechos con cobalto, que no se emplearon hasta tiempo después,
confirmando así que la obra fue retocada posteriormente.
Padilla relata cómo él mismo
empleó la XRF para ayudar al Museo de Historia del Arte de Viena a detectar en
dagas 'kris' de Indonesia trazas de mineral de un meteorito, ricos en níquel y
cobalto, que cayó en la zona en el siglo XVIII.
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