El fundador de la iniciativa para el desarrollo de los bonos
verdes en Argentina, Rodolfo Tarraubella, dialogó con DEF sobre finanzas
climáticas. Por Patricia Fernández Mainardi.
Rodolfo Tarraubella, director ejecutivo de la Secretaría de
Sustentabilidad y Finanzas Climáticas de la Agencia de Naciones Unidas en
Argentina (CIFAL) y creador del sistema de transparencia comunitaria,
herramienta de gestión social que empodera a las comunidades para facilitar el
diálogo con las empresas y los gobiernos, expuso sobre finanzas climáticas
en el marco de la jornada "Homenaje a la Tierra", organizada por la
Fundación Criteria en el Instituto Geográfico Nacional.
En esta oportunidad, el referente en ecofinanzas se refirió
al impacto del calentamiento global en la economía y advirtió que nos
encontramos ante un desastre climático y que hay un tema material, el dinero,
que es necesario tener en cuenta para que los cambios se produzcan y la humanidad
no se transforme en un asesino transgeneracional. En ese sentido, también hizo
hincapié en que la tendencia es hacia una economía climáticamente inteligente,
en la que los fondos ávidos en invertir en este tipo de proyectos cobrarán un
rol protagónico.
“Comencé a fusionar finanzas con una misión y logré
que ambas cosas puedan ir de la mano”.
"Cuando cursamos Contabilidad, el profesor nos dice que
hay unos bienes escasos y otros abundantes. Los contadores se dedicarán a los
bienes escasos porque son susceptibles de valor comercial. Los otros son
superabundantes y a esos no se dedican. Estos últimos son el aire, el agua, la
biodiversidad, etc. Y, en realidad, ya no abundan. Hoy no se puede ir a la
montaña y beber agua pensando que es agua pura. Entonces ese bien también es
escaso. Con el cambio climático, el aire ya no es puro, no es superabundante.
Entonces seguimos enseñando con un paradigma antiguo. Como académicos hay que
cambiar ese paradigma", continuó Tarraubella.
Para este experto, 2015 fue un año de inflexión a la hora de
repensar las "finanzas verdes". La ONU aprobó la Agenda 2030 de
Desarrollo Sostenible cuyas metas, plantea, se resumen en la siguiente
frase: "Desterrar el hambre y la pobreza del mundo, combatiendo la desigualdad
y la injusticia, protegiendo el planeta". Y luego, en la Cumbre de París
de 2015, los países desarrollados se comprometieron a aportar a un fondo que se
destinará a los Estados en vía de desarrollo para que éstos puedan adaptarse al
cambio climático.
En ese contexto, Tarraubella se refirió al Fondo Verde para
el Clima, que es el que actualmente moviliza más dinero para este objetivo:
"Podemos tener una agencia acreditada en el propio país y no depender de
la multilateral. Esa propia agencia puede ser una organización, un banco local,
etc. La tasa de interés es del 0%, con 20 y 40 años para devolver la inversión.
Entonces, hasta el más egoísta va a querer tener una acreditación para poder
traer el dinero con esa tasa. Sin embargo, Argentina tiene una sola agencia
acreditada, que no presentó ningún proyecto y fue desarticulada. Hay
oportunidades que pasan, la puerta sigue abierta.
Justamente, el mayor tomador
de fondos es Brasil. Argentina es el país que menos pidió".
“Hay que invertir en energías renovables o bonos
verdes”.
El experto en finanzas recordó que, tras el acuerdo firmado
en la Cumbre de París, el actor Leonardo Di Caprio llamó a su agente financiero
y le pidió que descarbonice sus inversiones. Tarraubella recuerda que
ese contexto le hizo reflexionar sobre este tema en nuestro país:
"Esta iniciativa nos llevó a pensar en Argentina. Y que ya este año, en
relación a los bonos verdes, se puso en marcha el reglamento en la
Comisión Nacional de Valores con el objetivo de que puedan emitirse en nuestra
Bolsa de Comercio".
En el marco de la Jornada, Tarraubella recordó las compromisos de la Cumbre de París Foto: Fernando Calzada. |
-¿Qué son los bonos verdes y cómo funcionan?
-Hay dos tipos de bonos, los de carbono y los
verdes. Los primeros se refieren a la reducción de emisiones de gases de efecto
invernadero. Entonces, yo presento un proyecto que reduce la emisión de gases
de efecto invernadero, por ejemplo, proteger una selva para que no la
deforesten o poner determinada tecnología a una fábrica para reducir sus
emisiones. Esas emisiones son certificadas y se pueden vender a otros que no
logran reducir más. Normalmente es un mecanismo que viene de los países
desarrollados y está destinado a los países en vía de desarrollo. Por su parte,
cuando el bono verde esté en la Bolsa, se va a poder comprar y, de esa forma,
uno se asegura que ese dinero sea destinado a financiar un proyecto verde.
Entonces, congregaciones religiosas o con algún grado de ética que quieran
comprometerse con el ambiente podrán invertir en este tipo de proyectos.
-¿Hay un compromiso real por parte de las organizaciones?
-Hay coaliciones, entre las que cabe destacar un fondo de
pensión de Noruega que, si bien se hizo con regalías petroleras, hoy por hoy se
lo obliga a descarbonizar su matriz para poder recibir inversiones. Entonces
tiene que presentar reportes de la reducción de su huella de carbono. Si no
reduce esa huella, se desinvierte e inmediatamente las acciones de la empresa
caen. Por eso, yo propongo monetizar. Por ejemplo, si yo deforesto, planto soja
y gano plata. En cambio, con su forestación, el vecino pierde plata porque me
está regalando aire, me regala agua (porque gracias a que está conservando la
cuenca, yo puedo usarla), y me regala la biodiversidad. Eso no es gratis, tiene
un costo. ¿Cuánto vale por tonelada cada gas de efecto invernadero que yo
emito? Para Latinoamérica eso vale 25 dólares por tonelada, de acuerdo a la
CEPAL. Eso implica que si le pongo un impuesto por esos 25 dólares, la empresa
gana menos.
“Ya no hay nada superabundante”.Foto: Fernando Calzada. |
-¿Qué te llevó a preocuparte por este tema?
-Todo empezó en 1992, cuando yo era director de una compañía
financiera. En ese momento, uno de mis empleados escribió en la revista de la
compañía que para ser profesionales había que trabajar solo por el dinero, sin
identificarse con nada. Eso me llevó a contestarle, en otra nota de la revista.
Mi mea culpa como director es no haber podido generar valores con los
que mis empleados se pudieran identificar. Eso nos llevó a hacer algo diferente
y desarrollamos la primera tarjeta de crédito ecológica del mundo, la
"Mastercard Eco-Conciencia" que, después, la lanzamos en todo el
mundo. En el año 2007 tomé la representación del mayor fondo de carbono del
planeta. Cuando empezamos a evaluar la situación de las finanzas en el mundo,
vimos que la gente terminaba dándole su plata a mercenarios que la invertían en
aquellos destinos que les daban la mayor tasa, sin importarles a dónde iba. En
ese contexto, apareció en España el Banco Triodos con un criterio de
"banco ético", con un éxito total. Ahí fue cuando comencé a fusionar
finanzas con una misión y logré que ambas cosas pudieran ir de la mano.
-¿El capitalismo tiene conciencia?
-Hay que darle fuerza a esa forma de conciencia. Hay un
virus que tiene que crecer. Hay que desinvertir de la manera a la que estamos
acostumbrados, para invertir en energías renovables o bonos verdes. La idea
también es ir a las universidades para que estas cambien el paradigma de
enseñanza de economía, porque ya no hay nada superabundante.
-Hablaste de "asesinos transgeneracionales", ¿de
qué se trata este concepto?
-Hay que pensarlo desde la definición de desarrollo
sostenible, que se refiere a las próximas generaciones. El objetivo es que se
pueda desarrollar el hoy, sin quitarle a las generaciones el futuro. Entonces
hablamos de un derecho transgeneracional. Si pienso que mi acción va a matar a
mi nieto, soy un asesinato transgeneracional. Pero si mi nieto no muere y
quiere hacerme un juicio por el daño que causé, para entonces yo ya habré
muerto. Justamente, la ONU comenzó a hablar de la necesidad de escuchar a los
sin voz, que son la naturaleza y las generaciones futuras.
FUENTE: Infobae
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