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PRIYAMVADA NATARAJAN: “LO BUENO DE ESTUDIAR EL COSMOS ES QUE LAS DISCUSIONES ENTRE PAÍSES RESULTAN RIDÍCULAS”


Astrónoma y profesora en la Universidad de Yale, ha dedicado su vida a estudiar los agujeros negros y los límites del universo
La cosmóloga Priyamvada Natarajan, fotografiada en Barcelona el pasado 8 de julio. 


Priyamvada Natarajan (Coimbatore, India, 1969) es profesora de Astronomía en la Universidad de Yale (EE UU). Ha dedicado su vida laboral a estudiar los objetos cósmicos que posiblemente más fascinan, los agujeros negros. Disfrutó desde la retaguardia la visión de la primera imagen de uno de ellos que difundieron en abril sus compañeros cosmólogos. Pronto, pensó, me toca a mí. Calcula que en unos tres años, cuando el telescopio espacial James Webb esté listo, podrá ver los primeros agujeros negros del universo, su especialidad y obsesión particular.

PREGUNTA. Hace unos meses todos vimos por primera vez un agujero negro. ¿Qué importancia tiene haber podido ver al fin uno?

RESPUESTA. Son objetos muy locos, muy contraintuitivos, que representan el límite de nuestro conocimiento. No podemos acercarnos a ellos. Y no emiten luz, así que encima no los vemos. Lograrlo ha sido un trabajo casi detectivesco. Nos hemos acercado lo máximo que podíamos, gracias a una combinación de años de imaginación y ciencia. También verlo fue la validación de nuestra teoría. Por eso esta imagen es tan icónica. Representa la capacidad de la mente humana para imaginar las cosas más complejas del universo.

P. ¿Por qué se les llama agujeros si no lo son?

R. Es una ausencia de espacio. Puedes pensar en ellos de distintas formas: como una concentración de materia descomunal que crea un agujero en el espacio-tiempo o, la forma que más me convence, como objetos de los que solo puedes escapar si viajas a la velocidad de la luz como hemos visto en cientos de películas.

P. Pero lo que usted espera con ganas es ver los primeros agujeros negros del universo.

R. Cuando miramos el cielo estrellado estamos mirando al pasado. Son objetos lejanos y su luz tarda en llegar. Y cuanto más alejados estén, más se estrecha la luz o la longitud de onda de la luz que desprenden a causa de la expansión del universo. Y esa luz se vuelve cada vez más roja. Los objetos que están más lejos los tenemos que ver con infrarrojos. Cuando el te­lescopio James Webb esté listo será el primero que haya con unos ojos infrarrojos que verán incluso a través del polvo estelar. Nos ayudará a ver lo que nunca hemos visto. Y eso es emocionante.

P. Lo que veremos será algo diminuto.

R. Sí, pero con energía, y podremos analizarla. Aprenderemos mucho.

P. ¿Qué es exactamente lo que espera descubrir?

R. Es complejo de explicar, pero básicamente el proyecto en el que participo lo que quiere es saber cómo sería el universo si los primeros agujeros negros, que son pequeños, hubieran sido enormes desde su nacimiento.

P. Hace unos meses se probó algo que usted predijo hace 20 años.

R. Sí, siempre visualizamos los agujeros negros como algo que traga gas, pero también tienen un impacto en su entorno. Cuando comemos, a veces caen migas. Pues a los agujeros negros les pasa lo mismo, solo que sus migas son como aviones que salen disparados. Yo predije que veríamos una de estas migas y el año pasado se pudo hacer desde el observatorio ALMA, en Chile. Tenemos tanto aún por saber sobre los agujeros negros... Por eso son tan especiales. Juegan un papel esencial en el universo, en la forma de las galaxias, en su destino. Y gente como yo tratamos de entender mejor cómo funcionan.

P. Estudió también filosofía. ¿Qué le parece que haya quien busque a Dios a través del estudio del cosmos?

R. Ciencia y religión responden a preguntas distintas. Las dudas sobre quiénes somos y de dónde venimos no es algo que se pueda estudiar con experimentos o con datos. Son dudas emocionales y psicológicas. Tienen otro espacio de reflexión. Y se puede llevar una vida plena sin creer que Dios ha creado este universo.

P. Se lo tengo que preguntar, ¿conoceremos vida extraterrestre?

R. Es una de las preguntas filosóficas que quedan por responder, pero nos estamos acercando. La respuesta posiblemente es sí. Ahora, gracias a la observación de nuestro vecindario, sabemos que hay más planetas que estrellas en el universo. Y en alguno de esos trillones de planetas, ¿habrá vida? Casi seguro. La pregunta es si se parecerá a nosotros y si la reconoceremos.

P. ¿Es la astrofísica una ciencia madura si desconocemos el 95% del universo?

R. Lo es, a pesar de que nuestro conocimiento es provisional. Sabemos lo que sabemos hasta el momento. Y gracias a la colaboración de los científicos de todo el planeta seguiremos aumentando nuestro conocimiento.

P. Menciona la colaboración de los científicos del planeta. ¿Qué opina de los nacionalismos?

R. Que son un fenómeno político muy preocupante. Lo bonito de la comunidad científica, incluso en el pasado cuando los nacionalistas pensaban hacia dentro en lugar de hacia afuera, ha estado siempre en contacto. Y ahora más que nunca. Por suerte tenemos el potencial de trascender las fronteras entre los países sin importar qué sucede políticamente. En estos momentos tenemos infinidad de problemas complejos que son globales y tenemos que cooperar para solucionarlos. No sabemos cómo funciona la creatividad o la inteligencia, pero sabemos que con personas con distintos conocimientos y visiones se obtienen resultados fantásticos y la ciencia es un gran ejemplo de esto. El concepto de un único genio está seguramente obsoleto, pero existe el pensamiento colectivo.

P. ¿Qué teme un cosmólogo?

R. No tengo miedo de ningún fenómeno cósmico. Temo el cambio climático y el hecho de que, a pesar de que vamos entendiendo lo que le estamos haciendo al planeta, no movemos un dedo para revertirlo. Estamos paralizados. Siento mucha decepción con EE UU. No sé cuántas catástrofes hacen falta para que actuemos. No me gustaría que desapareciéramos como especie. Lo bueno de ser cosmóloga es que, al tener una visión del cosmos, las discusiones sobre países resultan ridículas. No hemos entendido lo preciada que es la Tierra. Nos falta sentimiento de pertenencia, que todo el mundo se sienta ciudadano del mundo. Alguien propuso hacer un pasaporte humano para todos. Esto nos ayudaría a conectar con todas las personas y a sentirnos parte de lo mismo.

FUENTE: El País