¿En qué consiste esa censura que permea toda la sociedad
dominicana y que nunca osa decir su nombre? ¿Cuál es esa fosa que se abre cada
vez más entre el bienestar de unos pocos y la desgracia de muchos? ¿Quién infla
y desinfla la esperanza en este país? ¿No es eso lo que hemos vivido desde el
ajusticiamiento de Trujillo hasta nuestros días?
El nombre de todo eso dialécticamente expresado en la
atormentada historia nacional, es “ficción democrática”. Y la tiranía, el
despotismo, se ocultan bajo esa ficción democrática. Yo te ofrezco la libertad,
el bienestar, la justicia social, todo lo que tu alma anhela; pero las cosas
siguen siendo igual porque la política entre nosotros es la habilidad de
maniobrar las apariencias. Uno se cansa de ver los mismos mentirosos, los
mismos farsantes, los mismos cínicos, los mismos ladrones, los mismos “jueces”
prevaricadores, los mismos “iluminados” que llegan disfrazados de “sangre
nueva” y terminan siendo la misma vaina. Esta es la triste contabilidad de la
mentira de un país desvencijado por sus “dirigentes”. Y uno no puede
abandonarse a la sumisión ciega y frustrada.
En las campañas electorales solemos encontrarnos cara a cara
con nuestras desnudeces, y hay algo que crece en el silencio de observar
callados a tantos turpenes que se roban el patrimonio público sin que la
justicia centelleante de los hombres y las mujeres les alcance la solapa del saco
mal habido. Y tienen la cachaza de abusar de la miseria material y
de la ignorancia del pueblo llano, y proclamarse “redentores”, y definirse como
“el destino de todos”, y ser portaestandarte de la continuidad de un régimen
que deja una estela pestilente de saqueo de los bienes públicos y
debilitamiento institucional. La ficción democrática arroja al ciudadano sobre
el ejercicio del voto haciéndole creer que él es el dueño de su propia
libertad. Pero nadie es libre en una sociedad como la nuestra. Gonzalo Castillo
se puede disfrazar de “sangre nueva”, pero es una morcilla, y la morcilla no
permite el flujo sanguíneo. Es un ser coagulado en el disfrute del lujo y la
riqueza, y únicamente reproducirá el esquema de corrupción que ha caracterizado
a los gobiernos de Danilo Medina. Leonel Fernández puede invisibilizar su
pasado, porque ha estado expuesto tanto tiempo a su propia palabra que se ha
endurecido y ya no escucha a los demás.
En la ficción democrática las palabras nos
engañan, ocultan lo que quisiéramos saber, nos pierden en las tácticas y las
estrategias de todos cuantos desean manipularnos. Más que para abrirnos al
mundo del entendimiento, la palabra está siendo usada para deslumbrarnos y
economizarnos el pensamiento propio. Junto a ella, la tecnología del
mundo posmoderno que nos hacen dudar hasta del dato sensible que ocurre ante
nuestros ojos. ¿Por qué Gonzalo Castillo enmascara su ineptitud en la
saturación mediática de su imagen? Porque la imagen en la que se sustenta el
concepto es también una trampa de los sentidos en la ficción democrática. Gonzalo
Castillo no equivale exactamente a su propia realidad existencial, es una
construcción, una mentira. No puede ser captado, es un ser virtual. ¿Se
atrevería a ir a un debate con cualquiera de los candidatos que se le oponen?
Emile Benveniste dice que “el pensamiento no puede ser captado más que formado
y actualizado en la lengua”.
En un debate lo que se expresa son las variedades
de la experiencia filosófica o espiritual que caen bajo la dependencia inconsciente
de una clasificación que la lengua opera porque puede simbolizar las cosas de
la realidad. Jamás nadie lo verá en un debate que se empine sobre el despliegue
del pensamiento, quedaría desnudo, dejando a flote su verdadera arquitectura de
comerciante de la política. Lo que pasa es que en la
ficción democrática en la que hemos vivido la saturación mediática y el dinero
hacen de cualquiera un “fenómeno”.
FUENTE: Somos Pueblo
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