POor Li Yuan
El desastre del síndrome respiratorio agudo grave (SRAG) se suponía que arrastraría a China hacia una nueva era de responsabilidad y transparencia. La enfermedad mortal repercutió por todo el mundo hace 17 años, gracias a la complicidad del gobierno chino que ocultó su propagación. Cuando la magnitud del problema se hizo evidente, los intelectuales, periodistas y otros críticos de China hicieron esfuerzos para avergonzar a Beijing hasta el punto de que tuvo que hablar francamente sobre ese problema.
“El SRAG ha sido el 11 de septiembre de nuestro país”, afirmó Xu Zhiyuan en una entrevista con The New York Times en 2003. En ese entonces, Zhiyuan era un joven columnista y crítico acérrimo del manejo gubernamental del SRAG. “Nos ha obligado a prestarle atención al verdadero significado de la globalización”.
Hoy, China enfrenta la propagación de otra misteriosa enfermedad, un coronavirus, que hasta el momento ha matado a 17 personas e infectado a más de 540. Y si bien la respuesta de Beijing ha mejorado en varios sentidos, ha sufrido retrocesos en otros. Están censurando la crítica. Están deteniendo a personas por difundir lo que califican como “rumores”. Están suprimiendo la información que consideran alarmante.
Aunque los censores gubernamentales están limpiando con ahínco el internet chino, la comunidad en línea del país está registrando su descontento y preocupación por la manera como Beijing ha manejado el nuevo virus que desde diciembre se ha propagado desde la ciudad de Wuhan a otros países, incluyendo Estados Unidos.
“Pensé que el SRAG obligaría a que China repensara su modelo de gobernabilidad”, escribió Xu —quien en la actualidad es el moderador de un programa de entrevistas de video— el 21 de enero en las redes sociales, donde también publicó una captura de pantalla de su cita del 2003 en el Times. “Fui demasiado ingenuo”.
China ha mejorado de muchas maneras desde la epidemia del SRAG. Su economía ha crecido ocho veces. Ha construido más rascacielos, metros y líneas de alta velocidad que cualquier otro país. Sus empresas de tecnología están a la par de los gigantes de Silicon Valley. Su burocracia, más receptiva, hace que más personas tengan atención médica, servicios sociales e incluso mejoras en su calidad de vida con, por ejemplo, acceso a nuevos parques.
En lo relacionado al manejo de enfermedades, el sistema de salud pública ha mejorado considerablemente. Wuhan, el epicentro del brote, también aloja uno de los laboratorios de investigación de enfermedades epidémicas más avanzados del mundo.
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