Dentro del túnel, arqueólogos encontraron más de 70 mil objetos entre los que se hallaban bastones, esqueletos, ofrendas y esferas metálicas
Fue el 2 de octubre de 2003 que el descubrimiento de la entrada al inframundo se dio a través de la pirámide de la serpiente emplumada en Teotihuacán. Hasta la fecha, el hallazgo representa uno de sus mejores secretos compartidos, mismo que sucedió durante los trabajos de conservación del templo de Quetzalcóatl que estaban a cardo del arqueólogo Sergio Gómez del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El enigmático túnel descubierto bajo las pirámides de Teotihuacán representa el descenso por una estructura metálica, muy parecida a la entrada de una mina, que representa una de especie de viaje al inframundo de una ciudad que resultará siempre un misterio. Fueron 70 mil objetos los que se encontraron en su interior, a pesar de ser un espacio relativamente reducido en el que bastones de mando, ofrendas, esqueletos de animales muy parecidos a los de los jaguares e incluso, esferas metálicas, formaron parte del gran descubrimiento.
El hallazgo fue casi un accidente que se dio en parte gracias a la lluvia, la cual fue haciendo un agujero en el suelo para después desvelar un inframundo extraordinario, en el que las entrañas de la tierra relucieron entre tesoros jamás imaginados y pertenecientes a un pasado que alguna vez floreció entre el siglo II y el V de nuestra era, tan sólo a 50 kilómetros al noreste de la Ciudad de México.
Otra de las experiencias relatadas por quienes tuvieron oportunidad de realizar el gran descubrimiento, residen en el descenso de la temperatura y cómo la humedad se acrecenta conforme se va bajando al inframundo. Sergio Gómez explicó que el túnel ayudó a comprender más la historia de la ciudad, misma que fue destruida y abandonada por sus mismos residentes para, siglos más tarde, volver a ser deshabitada por los aztecas.
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