Por Fernando Blasco
Recordar a Salvador Dalí (1904-1989) es dar un paso más en la necesaria relación existente entre arte y ciencia. Desde su juventud, Dalí muestra interés en la ciencia y prueba de ello son los ejemplares de libros y revistas científicas que se encontraron en su biblioteca.
A pesar de ello, no tuvo una especial formación científica, aunque este interés sí que le permitió reconocer la importancia de la ciencia en la sociedad del siglo XX.
Sin más que observar algunos de los títulos de sus obras encontramos inmediatamente algunas referencias a la física: Idilio atómico y uránico melancólico (1945), Leda Atómica (1949) y también a la bioquímica, como en Paisaje de mariposas (El gran masturbador en un paisaje surrealista con ADN ) (1957), Galacidalacidesoxiribunucleicacid (Homenaje a Crick y Watson) (1963) o La estructura del ADN. Obra estereoscópica(1973). En otros casos, la relación con la ciencia no se encuentra únicamente en el título, sino que debemos ver la obra en sí.
La proporción áurea
Las matemáticas no quedan fuera de la obra de Salvador Dalí. De hecho, Leda Atómica contiene una composición basada en la proporción áurea, como también lo hace Taza gigante volando, con apéndice incomprensible de cinco metros de largo (1944).
Puede que detrás de este uso de las matemáticas y la razón áurea en la obra de Salvador Dalí estuviera su relación con Matila Ghyka, prolífico autor bastante obsesionado con el número áureo y que publicó varios libros sobre él. En cualquier caso, las matemáticas existentes en la obra de Dalí no se restringen a la composición.
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