Dalton Herrera
El eco de los cacerolazos que provenían de jóvenes que protestaban por no ser integrados en el diálogo recorrió el salón del Consejo Económico y Social en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), el cual estaba siendo encabezado por monseñor Agripino Núñez Collado, así como por empresarios y políticos.
A pesar de que esa sala está ubicada en un quinto piso y los manifestantes estaban en las aceras del recinto, el ruido del reclamo atravesó las alturas y paredes de manera implacable.
No nos representan
Al son de “no me representan”, los jóvenes se conglo meraron en la entrada de la PUCMM con bocinas, cornetas y cacerolas para exigir su derecho de participar en el diálogo que realiza el CES para fortalecer la credibilidad de la Junta Central Electoral (JCE).
Al final el diálogo se suspendió y al respecto, Núñez Collado afirmó que los jóvenes que demandaban participación serían convocados para que también se integraran al debate, aunque no fue fijada una nueva fecha para tal convocatoria.
Aquellos jóvenes, vestidos de negros y pancartas, eran parte de los que se conglomeraron durante una semana en la Plaza de la Bandera para protestar por la suspensión de las elecciones municipales del pasado 16 de febrero.
Esas manifestaciones de los jóvenes se replicaron en numerosas ciudades del país y el extranjero, pidiendo respeto a la democracia y al libre ejercio al voto, investigación de lo ocurrido en las frustradas elecciones, sanciones para los responsables y renuncia de los miembros de la JCE.
En medio de estas protestas numerosos sectores del Gran Santo Domingo y otra poblaciones se sumaron al movimiento organizando cacerolazos a determinadas horas del día y la noche.
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