Hoy día, resulta impensable organizar el tráfico aéreo sin las emblemáticas torres de control presentes en todos los grandes aeropuertos.
Desde allí, los operadores coordinan los movimientos de miles de aviones para que se mantengan entre sí a una distancia prudente, dirigen sus rutas cuando hay mal tiempo, y deciden el momento del aterrizaje y el despegue tratando de evitar demoras pero, sobre todo, accidentes.
Pero no fue sino hasta que comenzaron a aumentar los servicios de pasajeros en los años 20, después del fin de la I Guerra Mundial, que se erigió la primera torre de control aéreo en el mundo en el principal aeropuerto de Londres, que en ese momento estaba en Croydon, una localidad unos 20 km al sur de la ciudad.
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