En los primeros días del brote de COVID-19 que luego se convertiría en pandemia el organismo internacional tardó demasiado tiempo en declarar la emergencia, contribuyó en minimizar el problema y nunca dudó de las cifras oficiales chinas, hoy muy cuestionadas. Al mismo tiempo, dedicó numerosos y prematuros elogios a Beijing, sus líderes y su sistema político mientras la enfermedad se propagaba en todo el planeta
La pandemia del nuevo coronavirus conocido como SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, se ha convertido en una de las peores en los últimos 100 años. Desde el primer reporte realizado por China ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) en diciembre de 2019 hasta la fecha se han reportado más de dos millones de casos confirmados y cerca de 130.000 muertos en 185 países, sin que haya señales de que la situación esté menguando.
Presuntamente originado en la ciudad de Wuhan, en el centro de China, el foco se trasladó luego a Europa y ahora está golpeando con más fuerzas a los Estados Unidos. América Latina y África, aunque las últimas regiones en ser afectadas, se enfrentan también a un escenario de incertidumbre total.
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