Tras un mes y medio en el que la respuesta de casi todo el mundo ante la pandemia fue ir cerrándose cada vez más, algunas naciones empiezan a recorrer el camino inverso. Los puntos en común, las diferencias y los riesgos de las distintas estrategias
El primer ministro Giuseppe Conte impuso el 9 de marzo el confinamiento obligatorio en todo el territorio italiano, ante la espiral de contagios de coronavirus. Poco después, casi toda Europa, América y buena parte de Asia implementaron políticas similares, que dejaron a más de la mitad de la población mundial en cuarentena total o parcial.
Las restricciones, pensadas originalmente para un plazo de dos semanas, se extendieron mucho más de lo previsto. Pasaron 48 días y la vida está muy lejos de volver a ser lo que era. De hecho, lo único que parece seguro en este contexto de máxima incertidumbre es que en lo que resta del año no se va a recuperar la normalidad, y quizás tampoco en el próximo.
Sin embargo, desde la semana pasada, varios países comenzaron tímidamente a levantar o a relajar algunas de las medidas más duras que habían impuesto. Algunos dieron pasos muy sutiles, pero otros se animaron a ir un poco más allá. Un repaso de los distintos enfoques y de los riesgos que enfrentan.
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