Para protagonizar “La Pasión de Cristo”, de Mel Gibson, pasó por situaciones extremas. El esfuerzo no le trajo nuevos contratos laborales, pero él asegura que fue una bendición
Para interpretar a Jesús, los ojos azules de Caviezel fueron digitalizados en color marrón ("The Passion of the Christ. Philippe Antonello/Icon Distribution)
A veces una gran oportunidad se puede transformar en una gran condena, o no. Algo de eso debe haber pensado Jim Caviezel después de encarnar a Jesús de Nazaret. Dirigido por Mel Gibson logró plasmar en pantalla la vida, muerte y resurrección de Cristo. Para conseguirlo superó pruebas físicas, inconvenientes en el rodaje y hasta sucesos místicos. La película fue un éxito global y su rostro quedó grabado en estampas que adornaban casas e iglesias, pero atrapado en ese rol, su carrera se fue apagando.
Para Jim Caviezel, la historia de Jesús no era desconocida. Creció en una familia católica donde la religión formaba parte de lo cotidiano. Una lesión en el pie le impidió su sueño de jugar en la NBA, pero su altura de casi un metro noventa, sus ojos claros y porte envidiable le abrieron las puertas del modelaje y la actuación. Hizo papeles intrascendentes en películas trascendentes. Pero todo cambió en 1998: le ofrecieron ser el soldado Robert Witt en La delgada línea roja y saltó de la categoría lindo actor del montón a la de talentoso actor requerido. Encadenó una serie de películas: Frequency, Mirada de Ángel y La venganza del Conde de Montecristo.
Despacio pero seguro, transitaba por la ruta del éxito cuando recibió el llamado de Mel Gibson convocándolo para un nuevo proyecto. Acudió a la cita con la certeza de que lo llamaban para protagonizar una historia de surfers. La propuesta era muy diferente: sería Jesucristo.
El protagonista de Arma mortal, convencido creyente cristiano, quería llevar a la pantalla la vida de Jesús pero no desde su nacimiento sino solo su agonía y resurrección, lo que en el ámbito religioso se conoce como la Pasión de Cristo. Su idea era rodar una película realista y por eso se filmaría en latín, hebreo y arameo, las lenguas de esa época. Caviezel lo escuchó con atención. La historia se contaba según los textos evangélicos, pero se agregaban las visiones de la beata Ana Emmerick, una religiosa y mística alemana del siglo XIX.
Gibson le advirtió que el personaje sería muy difícil y que de aceptar, podría ser maginado en Hollywood. Caviezel pidió un día para pensarlo. Veinticuatro horas después su respuesta fue: “Creo que tenemos que hacerlo, aunque sea difícil. Y algo más, mis iniciales son J. C. y tengo 33 años. No me había dado cuenta hasta ahora”. Mel respondió con un sincero: “Me estás asustando”.
Formulario de contacto