Madrid
Las medidas de confinamiento adoptadas en numerosos países desde el mes de marzo para hacer frente a la pandemia de coronavirus han supuesto en muchos casos una puerta abierta a abusos, violencia y hambre, según un informe de Plan International que recoge los testimonios de mujeres adolescentes que han sufrido circunstancias similares en el pasado.
El informe 'Vivir en confinamiento' examina crisis humanitarias anteriores, como la epidemia del ébola, la guerra en Sudán del Sur, la violencia en la zona del lago Chad, la crisis de los refugiados rohingyas o los campos de refugiados de Beirut (Líbano) para poner sobre la mesa los potenciales efectos colaterales de la actual emergencia sanitaria.
Los expertos citan entre los principales riesgos sociales el abandono escolar, ya que hay 743 millones de niñas que no pueden ir a clase, o no encontrar trabajo cuando la economías se reactiven una vez superado el primer pico de contagios, en la medida en que 740 millones de mujeres de todo el mundo trabajan en el sector informal y en empleos con bajos salarios.
Las dificultades económicas pueden derivar en falta de alimentos, en un contexto que puede estar marcado en el hogar por abusos y violencia y por un mayor riesgo de contagios, ya que las mujeres y las niñas suelen asumir el papel de cuidadoras de forma generalizada.
A medio y largo plazo, y por la experiencia de crisis anteriores, Plan teme un aumento de los matrimonios infantiles y de los embarazos no deseados. En Sierra Leona, los embarazos adolescentes aumentaron un 65 por ciento durante la crisis del Ébola debido al cierre de escuelas, lo que después repercutió en el derecho a la educación, ya que las niñas encintas o madres no pudieron volver a clase.
Las niñas y mujeres encerradas pierden también en muchas ocasiones el contacto con el mundo exterior y, por extensión, una vía de escape para alertar del calvario que viven o solicitar ayuda. La ONG ha advertido de un "alarmante" aumento en las denuncias de violencia machista en todo el mundo.
En China, donde se originó el virus, las llamadas a los centros para mujeres en relación con casos de violencia en el hogar se triplicaron en el momento más álgido de la cuarentena, mientras que en Reino Unido la ONG Refuge UK ha recibido un 700 por ciento más de llamadas a su línea de asistencia en un solo día.
Janet, una liberiana de 14 años, reconoce que su principal temor es que las niñas y mujeres de su país "sufran realmente", por la falta de comida y por quedar a merced de los hombres. "Porque si no tengo comida y un chico tiene comida, si le pido ayuda, me pedirá sexo antes de dármela. Este es el sufrimiento del que hablo", explica.
Sisa, una adolescente de 19 años, reconoce que la pandemia ha afectado a su familia, que vivía "día a día" como comerciante. Ahora, seguir con el trabajo es "imposible", por lo que teme el momento en que se terminen los suministros.
ALZAR LA VOZ
La directora general de Plan International, Concha López, ha advertido de que "si no se da prioridad a las necesidades educativas, corremos el riesgo de retroceder 20 años de logros en la educación de las niñas, así como de dejar atrás a las niñas más vulnerables", por lo que la ONG ha llamado a la comunidad internacional a tomar medidas.
El mensaje de Heydi, una guatemalteca de 18 años, es claro para todas las que como ella pueden sufrir las consecuencias sociales de las medidas frente a la COVID-19: "No callemos, alcemos nuestra voz". "Nosotras las niñas no queremos que se aprovechen de nuestra inocencia porque nosotros valemos y tenemos el derecho a ser escuchadas", recuerda.
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