De un continente al otro, tormentas de polvo transportan nutrientes… y microorganismos que logran sobrevivir a las condiciones atmosféricas del vuelo.
Hay desiertos que se transforman en selvas y bosques que en pocos miles de años devienen páramos sin fertilidad alguna. La tierra es como un ser vivo que puede enfermarse y morir.
Por Alberto Moroy
El 22 de junio pasado una notable tormenta de arena en el Sahara, impactó en todo el Caribe y tambien en México. En otras ocasiones llega arena el Sahara a Sierra Leona e Islas Canarias en el Atlántico. Hoy haremos un viaje virtual para conocer las insospechadas consecuencias de este fenómeno, que habitualmente se repite. En esta ocasión fueron vientos de 50 km/h, que además de la contaminación, le aporta nutrientes minerales a la selva amazónica y seguro a todo el Caribe. Para pensarlo: vientos constantes de esta magnitud podrían empujar a cualquier embarcación al garete desde las costas africanas, a las de Brasil en pocos días. Tal vez así entendamos como hay rastros precolombinos de origen africano en América del Sur (Olmecas, México)
Hace dos mil años
Hasta hace 2 mil años, la Amazonía estaba cubierta de pastizales, según un estudio publicado en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias. Para los científicos de la Universidad Reading de Inglaterra, antes de eso, los terrenos donde ahora está la selva lluviosa, estaban cubiertos de sabanas y bosques. Los científicos explicaron que un cambio hacia condiciones más húmedas fue tal vez causado por los cambios naturales en la órbita de la Tierra alrededor del Sol, condujo a un crecimiento de más árboles hace unos 2.000 años. Cuesta imaginar que el mayor desierto cálido del mundo, que tiene una precipitación anual de apenas entre 35 y 100 milímetros, hace unos miles de años recibía lluvias hasta 20 veces más intensas.
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