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ES MÁS BARATO PROTEGER LA NATURALEZA MUNDIAL QUE AFRONTAR LAS CONSECUENCIAS

Un informe sin precedentes muestra que la economía mundial está mejor con una naturaleza más protegida.
Para llegar al Fin del Mundo, uno de los atractivos turísticos más conocidos del Putumayo, hay que cruzar varias cascadas y naturaleza virgen.
Para llegar al Fin del Mundo, uno de los atractivos turísticos más conocidos del Putumayo, hay que cruzar varias cascadas y naturaleza virgen. / Gustavo Torrijos.

En el estudio más abarcador hasta la fecha sobre las implicaciones económicas de proteger la naturaleza, más de cien economistas y científicos hallan que la economía mundial se vería beneficiada con el establecimiento de muchas más áreas protegidas en tierra y mar de las que existen hoy. El informe considera varios escenarios de protección de por lo menos el 30% de la tierra y el océano del mundo para mostrar que los beneficios superan los costos en al menos 5:1. La investigación brinda nueva evidencia de que el sector conservacionista impulsa el crecimiento económico, proporciona beneficios no monetarios clave y es un contribuyente neto a una economía mundial resiliente.

Estos hallazgos siguen la creciente evidencia científica de que debe protegerse al menos el 30% de la tierra y el océano del planeta para hacer frente al alarmante colapso del mundo natural, que ahora amenaza hasta un millón de especies con la extinción. Con tan claros datos económicos y científicos, sigue creándose el impulso para un acuerdo global trascendental que incluiría ese objetivo de protección del 30%. El Convenio sobre la Diversidad Biológica ha incluido esta meta del 30% de área protegida en su borrador de la estrategia a diez años, que se espera sea finalizada y aprobada por los 196 miembros del Convenio el año próximo en Kunming, China. 

Este nuevo informe independiente, «Proteger el 30% del planeta para la naturaleza: costos, beneficios e implicaciones económicas», es el primer análisis en la historia sobre los efectos que las áreas protegidas tienen sobre diferentes sectores económicos, tales como la agricultura, las pesquerías y la explotación forestal, así como sobre el sector conservacionista. El estudio mide los impactos financieros de las áreas protegidas sobre la economía global y los beneficios no monetarios como los servicios de ecosistemas, que incluyen la mitigación del cambio climático, la protección contra inundaciones, la provisión de agua limpia y la conservación del suelo. A lo largo de todas las mediciones, los expertos hallan que los beneficios son mayores cuando más naturaleza es protegida en contraposición a mantener el statu quo.

Actualmente, alrededor del 15% de la tierra y 7% del océano del mundo tienen algún grado de protección. La investigación revela que las protecciones adicionales llevarían a un promedio anual de 250 mil millones de dólares más en resultados económicos y un promedio anual de 350 mil millones de dólares en servicios de ecosistemas mejorados, en comparación con el statu quo.

El sector conservacionista ha sido uno de los que más rápidamente ha crecido en los últimos años y, de acuerdo con el informe, se proyecta que crezca entre un 4% y un 6% por año, en comparación con el menos del 1% para la agricultura, las pesquerías y la explotación forestal, luego de que el mundo se recupere de la pandemia de COVID-19. Proteger las áreas naturales también brinda significativos beneficios en materia de salud mental y física y reduce el riesgo de nuevos brotes de enfermedades zoonóticas como la COVID-19, un valor que no ha sido aún cuantificado a pesar de los extraordinariamente altos costos económicos de la pandemia. Un estudio reciente estimaba que el valor económico de las áreas protegidas basado en la mayor salud mental de los visitantes era de seis billones de dólares anualmente. 

«Nuestro informe muestra que la protección en la economía actual aporta aún más ingresos que las alternativas y es probable que agregue ingresos a la agricultura y la explotación forestal, al tiempo que ayuda a prevenir el cambio climático, la crisis del agua, la pérdida de la biodiversidad y las enfermedades. Aumentar la protección de la naturaleza es una política sólida para los gobiernos que tienen que compatibilizar diferentes intereses. No se le puede poner un precio a la naturaleza, pero los números económicos apuntan a su protección», dijo Anthony Waldron, el autor principal del estudio e investigador especializado en finanzas conservacionistas, pérdida de especies y agricultura sostenible. 

Los autores de la investigación revelan que obtener los beneficios sustanciales de proteger el 30% de la tierra y el océano del planeta requiere una inversión anual promedio de aproximadamente 140 mil millones de dólares para 2030. Actualmente, el mundo solo invierte poco más de 24 mil millones de dólares por año en áreas protegidas.

«La inversión no se puede ni comparar con los beneficios económicos que las áreas protegidas adicionales conllevarían ni con el aporte financiero más grande que se les da actualmente a otros sectores», sostuvo Enric Sala, coautor de este informe, explorador residente de la National Geographic Society y autor del libro The Nature of Nature: Why We Need the Wild (agosto de 2020). «Invertir para proteger la naturaleza representaría menos de un tercio de la cantidad que los gobiernos gastan en subsidios a actividades que destruyen la naturaleza. Representaría un 0,16% del PIB y requiere menos inversión que lo que el mundo gasta en videojuegos cada año», agregó. 

“Las áreas marinas con alta o total protección, proporcionan numerosos beneficios, tales como la conservación de la biodiversidad, la mitigación del cambio climático y la recuperación de la pesca. Invertir en protección es como cualquier otra inversión: hay que invertir dinero a corto plazo para obtener beneficios a largo plazo. Para las Áreas Marinas Protegidas, esos beneficios son un múltiplo de la inversión. La ciencia nos ha mostrado la urgencia del problema y este informe nos muestra un camino a seguir. Ahora necesitamos hacer la inversión” dijo el Dr. Bethan O’Leary, Investigadora asociada, Departamento de Medio Ambiente y Geografía, Universidad de York.




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