El confinamiento tuvo efectos positivos para el medioambiente como la reducción de emisiones, pero con la “nueva normalidad” está aumentando el uso de plásticos.
La pandemia del coronavirus ha afectado a prácticamente todos los países del mundo y a todos los niveles. Su llegada y expansión han provocado cambios en las sociedades que van desde las relaciones sociales hasta la economía, pasando por el trabajo o los transportes. Nadie duda de que el COVID-19 es negativo, y que está causando daños muy graves no solo a nivel sanitario sino también económicos y sociales. Contrarrestando con esto, durante la cuarentena se habló también mucho de que el confinamiento derivado de la pandemia estaba beneficiando al medioambiente y a los animales, al reducirse drásticamente la movilidad y la producción para evitar la propagación del virus. Los cielos y carreteras, normalmente abarrotados, pasaron meses descansando del humo y el ruído, y los ecosistemas se recuperaron en muchos lugares por la falta de turismo, por poner varios ejemplos.
Si bien es innegable que ha mejorado la calidad del aire y la capa de ozono, la “nueva normalidad” está teniendo otras consecuencias negativas para el mediomabiente, consecuencia sobre todo del uso de plásticos. Muchos expertos y expertas ya están diciendo que se han encontrado mascarillas en los fondos marinos, lo cual es pernicioso para los peces y otros animales. Por otra parte, para evitar los contagios y el contacto con los productos, los supermercados han aumentado la cantidad de plásticos y obligan a usar guantes hechos de ese mismo material. En establecimientos como las peluquerías también se ha popularizado el uso de plásticos para recubrir el mobiliario, y ofrecer cubridores de usar y tirar que antes eran de tela. Muchos de los usos que aporta el plástico podrían conseguirse también con otros materiales lavables o concienciando sobre medidas de higiene (si no nos tocamos la cara y nos desinfectamos con frecuencia no tenemos por qué llevar guantes). Y por supuesto el gran protagonista ha sido el plástico usado en hospitales y todo tipo de centros médicos, donde la higiene y la seguridad son fundamentales.
La reducción de los plásticos en lugares públicos no está en nuestras manos de forma directa, pero a pequeña escala podemos comenzar hábitos que reduzcan este problema. Si no lo hacíamos ya, podemos acudir al supermercado con nuestras propias bolsas de tela, comprar a granel, priorizar los productos envasados en vidrio, comprar en la charcutería en lugar de coger directamente los embutidos envasados, etc.
Para nuestro aseo personal podemos comprar un cepillo de dientes y un peine de madera, o utilizar jabón de lagarto en vez de botes de gel de plástico. Por otra parte, si tenemos una quedada o un pic-nic con amistades, cada persona puede llevar sus propios cubiertos y vasos, para no tener que comprar los de usar y tirar. Y para beber, podemos meter lo que sea en una cantimplora o un termo.
En general debemos evitar todos los plásticos que sean de un solo uso, como pajitas, platos de plásticos, bolsas, envases de galletas, etc. Si somos algo previsores/as y llevamos siempre una cantimplora y una fruta, nos evitaremos comprar aperitivos o refrescos que suelen venir envueltos en plástico.
0 Comentarios
Deja tu comentario...