NDIGITAL.- La superestrella de los antioxidantes. Así la llaman la mayoría de expertos a los que hemos contactado para que nos hablen de esta vitamina, tan familiar para nosotras desde que éramos niñas (¿recordáis aquello de “tómate el zumo que se le van las vitaminas”?). Pues bien, con el tiempo hemos sabido que la vitamina C o ácido ascórbico, un nutriente esencial para el cuerpo humano pero que no es capaz de sintetizar de forma natural (debe obtenerlo de una fuente alimenticia), no solamente es uno de los mejores para prevenir catarros y gripes, sino que también es clave para ahuyentar problemas de visión, proteger dientes y huesos, reforzar las paredes de los vasos sanguíneos y ayudar a absorber el hierro, el calcio y el ácido fólico. Además ayuda, y mucho, a mantener la piel lejos de los radicales libres que se empeñan en estropearla y envejecerla. Ahí es nada.
Por eso la vitamina C, esta co-enzima esencial para la síntesis de colágeno, no debe faltar en un buen régimen antiaging. Sus funciones son imprescindibles para todas la pieles, lo único que hay que adaptar es su forma y derivado, según cada persona y su tipo de piel. “La vitamina C es la base de todo, y no debería faltar en ningún tratamiento diario porque inhibe la melanina y las metaproteinasas de matriz (las que degradan el colágeno, la elastina y el ácido hialurónico), inactiva la tirosinasa y la actividad antiinflamatoria, y estimula la producción de colágeno”, recuerda las doctora Inmaculada Canterla, farmacéutica especialista en Dermocosmética, Nutrición y Antiaging, y directora de Cosmeceutical Center, en Sevilla.
En la piel, prima la estabilidad
El gran problema de la vitamina C es que es una molécula hidrófila e inestable, es algo que ha hecho correr ríos de tinta en los tratados de medicina: cómo conseguir que mantenga su estabilidad hasta el momento de entrar en contacto con la piel sin que se degrade. Existen dos maneras de hacerlo: o modificarla gracias a la biotecnología (convirtiéndola, por ejemplo en Tetrahexidecil Ascorbate), o liposomarla (encapsularla para que no entre en contacto con el oxígeno, que se la carga). Aunque lo realmente importante para hablar de eficacia, es la dosis y los estudios científicos y tests de efectividad (capacidad antioxidante y estabilidad en el tiempo) de cada laboratorio. “Esa es la clave para respaldar una respecto a otras”, afirma Canterla.
¿Cuándo tienes que utilizarla?
Antes y después de un peeling, la preparación domiciliaria con ella es altamente recomendable para conseguir los mejores resultados. Unida a la vitamina A, incrementa la renovación celular, por lo que el tiempo de cicatrización se reduce y acelera el proceso de regeneración de la piel. “Para obtener las mejores fórmulas, los laboratorios utilizan diferentes técnicas: reducir el nivel de oxígeno en su formulación y almacenamiento, usar pH bajo, reducir el contenido en agua o añadir agentes conservantes a las fórmulas. La viscosidad elevada y su combinación con glicerina y ácido palmítico también ha demostrado mejorar su estabilidad en la fórmula”, explica la doctora Virginia Sánchez, dermatóloga y directora médica de Clínicas Dorsia. Además, es perfecta “para revertir el tono apagado de la piel, las bolsas y ojeras, la celulitis, la mala circulación, retención de líquidos, flacidez, piel seca, y como protectora, preparadora y reparadora del daño solar”, añade Marta García, directora del centro Marta García Estetica Antiaging, en Oviedo.
Un tratamiento con vitamina C para cada tipo de piel
Siempre va a depender de la sensibilidad de las pieles y de la edad, recomienda la esteticista.
– En una piel sensible o sensibilizada, que a la vez utilice retinoides o cosméticos que lleven ácidos como láctico, mandélico, glicólico, o azelaico, lo mejor será usarla en porcentajes bajos (máximo del 10%) y encapsulada. En este caso, no conviene utilizarla en polvo (preparada para mezclar) porque resultará demasiado irritante.
– Para pieles normales y resistentes o fototipos altos, y pieles de personas fumadoras y sometidas a alto estrés oxidativo, lo ideal es aplicar porcentajes del 25% y suplementar con ester de vitamina C ingerida.
– Si se trata de pieles con alteraciones como eccema, rosácea, herpes o verrugas, es preferible no usarla en ningún caso de forma tópica, solo ingerida.
– Para mujeres menores de los 30 años, no se debe aplicar a diario; mejor en días alternos y en porcentajes entre el 15 y el 20%.
La vitamina C en la alimentación
“En la mayoría, es una vitamina hidrosoluble muy habitual. Se encuentra en el pimiento rojo, el perejil, la col rizada, el brócoli, las espinacas, fresas, kiwis, lentejas, naranjas, patatas, pimientos, piña y, lógicamente en los zumos de fruta”, dice Canterla. Una alimentación equilibrada cubriría las necesidades diarias de vitamina C; sin embargo, algunas personas que siguen una dieta muy industrializada o fumadoras deberían suplementarse. Y por supuesto, saber que cuanto más te expones al sol, más vitamina C necesita tu piel, porque los rayos de sol la destruyen.
Desmontamos los mitos más famosos sobre la vitamina C
De todo se ha dicho de la vitamina C. Aquí algunos de los bulos más frecuentes.
– No se puede usar vitamina C en verano ✗
“La vitamina C es fotosensible, por eso se presenta siempre en envases resistentes a la radiación UV. En la piel, la fotosensibilidad la produce la posible irritación que pueda desencadenar, por eso en verano se deben usar sueros de vitamina C que inhiban la formación de manchas sin fotosensibilizar la piel. Es el sol el que mancha, no la vitamina C, por lo que siempre hay que usar un fotoprotector”, aconseja la doctora Canterla. Y la razón es sencilla. No es la vitamina C la que es incompatible con el sol, sino que algunos laboratorios usan un pH muy ácido para su formulación (para poder estabilizarla) y es esa acidez la que ejerce un ligero efecto exfoliante y sensibilizante que va mal con el sol.
– Hay que tomarse el zumo de naranja inmediatamente ✗
Si lo guardamos en la nevera, la vitamina C no se alterará hasta pasadas 72 horas (3 días). Solo se degrada si se calienta, e incluso habría que hacerlo a 120ºC durante mucho tiempo. Incluso así, solo perdería el 50% de su poder, asegura la farmacéutica.
– La niacinamida (vitamina B3) y la vitamina C no se pueden usar juntas ✗
La niacinamida y la vitamina C solo reaccionan para formar ácido nicotínico a temperaturas muy altas, no en las condiciones en que se van a encontrar en la piel.
– Los péptidos y los ácidos no se pueden usar juntos ✗
Porque la hidrólisis de péptidos por ácidos solo ocurre a altas temperaturas con largos tiempos de reacción, no en las condiciones que se encuentran en la piel.
Suplementación por vía oral
Para el fotoenvejecimiento, por ejemplo, se ha demostrado que es más eficaz la vía tópica que la oral, pero no hay problema en combinarlas, de hecho, es lo más recomendable. En ese caso, la dosis recomendada sería de 1 gramo al día (algo que no conseguiríamos con la dieta, porque necesitaríamos unos 12 vasos de zumo para alcanzar esa cifra).
¿Cómo beneficia al sistema inmunológico?
Virginia Sánchez explica que “la vitamina C es esencial para la síntesis de inmunoglobulinas (defensas naturales), por lo que se recomiendan los suplementos de vitamina C durante las infecciones o el estrés”, exactamente como el que nos ocupa. “Este es el momento perfecto, porque fortalece el sistema inmunitario. De forma tópica nos evitaremos alteraciones (típicas de esta primavera que no hemos vivido), e ingerida nos ayuda a estar más fuertes y a que nuestro organismo se defienda mejor de todas las agresiones. Además es una perfecta entrenadora para que la piel capte solo lo bueno del sol, evitando manchas y foto-envejecimiento este verano”, termina la esteticista Marta García.
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