Barcelona (España), 25 mar (EFE).- Como Howard Carter con la tumba de Tutankamon, la misión arqueológica del Museo Egipcio de Barcelona (noreste de España) necesitó quince años para hallar parte del templo de Ptolomeo I en el yacimiento de Kom el-Ajmar Sharuna, en una misión conjunta con la Universidad de Tubinga.
Presentado este jueves en primicia mundial, el fragmento del templo está integrado por unos sesenta bloques, «perfectamente esculpidos con sus divinidades y jeroglíficos explicativos sobre la historia del templo y de los dioses a los que se consagra», explicó el presidente del Museo Egipcio, Jordi Clos.
Clos recordó que en los quince años que llevan excavando junto con la Universidad de Tubinga y el Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto encontraron tumbas, moldes, ajuar funerario, cerámica, una gran cueva con más de 500 momias de halcón, «pero este hallazgo supera lo anterior y abre nuevas expectativas para el futuro».
El máximo responsable de la excavación, Luis Manuel Gonzálvez, dijo que durante dos campañas de excavación (2019-2020) se han recuperado sesenta bloques de grandes dimensiones, que pesan unos 500 kilos cada uno y que muestran varios elementos arquitectónicos, bellos frisos decorativos e importantes textos jeroglíficos.
Con este hallazgo se reinicia «una aventura que empezó en 1838 cuando el egiptólogo Nestor L´Hôte mencionó por primera vez la existencia de un templo en Sharuna, del cual se perdió todo rastro a pesar de la búsqueda realizada posteriormente por exploradores y egiptólogos a finales del siglo XIX».
Los sillares formaron parte originariamente de los muros del templo y muestran elementos arquitectónicos como cornisas o toros (molduras convexas) y bellos frisos decorativos formados por la sucesión del jefe de la diosa del amor, Hathor, y los dos cartuchos que contienen el nombre del faraón Ptolomeo I.
Según Gonzálvez, lo más importante es, sin duda, «una inscripción jeroglífica que aporta valiosa información sobre la fundación del templo, su nombre y los dioses a los cuales estuvo dedicado».
El conjunto de materiales recuperados permitirá, tras su estudio, plantear una propuesta de reconstrucción hipotética del templo que hace dos mil años se erigió en la ciudad de Hut-nesut, antiguo nombre de la actual Sharuna.
La recuperación de este importante legado del Egipto faraónico no fue fácil, según Gonzálvez, pues «en primer lugar, el yacimiento, que se encuentra en una zona en la cual el nivel freático aparece a menos de un metro de la superficie del terreno, tuvo que tener un sistema de drenaje continuo para poder trabajar en condiciones óptimas».
Los bloques y los otros restos arqueológicos fueron documentados in situ (dibujo y fotografía, especialmente), para después ser trasladados a la casa-laboratorio de la misión; y una vez allí, las tareas se centraron en la limpieza, la restauración y el almacenamiento, no sin antes haber realizado la documentación gráfica de los bloques.
Para la documentación individualizada de cada sillar se aplicaron modernas técnicas que a partir de la fotografía permiten construir modelos tridimensionales precisos y métricamente correctos.
Como resultado de las tareas de excavación, se pudo constatar que los sesenta bloques del templo ptolemaico fueron utilizados en el siglo VI para la construcción de una iglesia cristiana copta, concretamente los cimientos y algunos elementos del pavimento.
Se da la circunstancia de que todos los bloques encontrados formaron parte de las cuatro hileras superiores del templo faraónico, por lo cual se puede deducir que el templo estaba bien conservado en el momento en que los constructores de la iglesia comenzaron su desmantelamiento.
Asimismo, durante los trabajos de excavación ya se observaron claras conexiones entre algunos de los bloques, conexiones que han ido confirmándose y ampliándose en los trabajos de investigación desarrollados posteriormente por el equipo del museo barcelonés.
La información recopilada con los sesenta bloques permite integrar otros sillares y fragmentos del templo descubiertos en el pasado, como los localizados por el egiptólogo Tadeus Smolenski a comienzos del siglo XX, actualmente en las colecciones egipcias de Viena y Budapest, o los recuperados por la Universidad de Tubinga desde 1984.
Este hallazgo tan especial no estuvo exento de épica, pues a las circunstancias excepcionales de agua freatica se añadieron a partir de febrero de 2020 la pandemia, y ante la inminencia del cierre del espacio aéreo egipcio el equipo optó por no volver a España y completar su trabajo.
La aventura continuó con lluvias torrenciales (las más intensas en 100 años), plagas de serpientes, tormentas de arena y otras penalidades, hasta que el equipo pudo volver a mediados de mayo del pasado año.
Para dar a conocer tanto el proyecto como los primeros resultados de las investigaciones, la Fundación Arqueológica Clos tiene la intención de realizar una exposición temporal en el Museo Egipcio de la localidad española de Barcelona, en la que se exhibirán réplicas a escala real de muchos de los bloques decorados más significativos, realizadas a partir de sofisticadas técnicas de tratamiento de imágenes e impresiones en 3D.
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