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TEOLOGÍA DEL AGUA


El agua forma parte del origen de la vida. “El Espíritu de Dios se aleteaba sobre las aguas”. (Gn 1,2). Es decir, movía sus alas sin echar a volar. Dios hizo dos bóvedas para “separar” las aguas de arriba de las aguas de abajo (Gn. 1,7). Reunió en un solo lugar las aguas de abajo del firmamento y así apareció el suelo firme (Gn. 1,9). El principio de toda creación viene a partir de la separación de las aguas. Todas las riquezas del cielo y de la tierra, toda la vida de la tierra nace a partir del agua. El gua es la primera señal del surgimiento de la vida. 

Al principio de la historia, la humanidad se llenó de maldad, existieron  los denominados titanes o gigantes (Gn. 6, 5). La maldad de la gente provoco un pesar en el corazón de Dios. La humanidad debía ser restaurada de hombres justos y temerosos de Dios.  Surge el diluvio como una inmersión en el agua para que de ahí nazca una nueva humanidad. Durante cuarenta días, el pueblo justo salvó su vida en el Arca de Noé. Mas la tierra duro ciento cincuenta días inundada (Gn. 7,24). 

La razón principal por la cual los judíos se ven obligados a bajar a Egipto en busca de alimentos fue debido a la gran sequía descrita en los sueños del Faraón como siete años de vacas gorda y siete años de vacas flacas (Gn. 41,2). El hambre y la sed obligaron a un  pueblo libre a vender su libertad a cambio de migajas de pan (Gn 46,3).  

Después de cuatrocientos años de esclavitud el pueblo de Hebreo liderado por su caudillo y guía espiritual  Moisés, los hebreos cruzan el mar en seco. Para salvar a su Pueblo Dios dividió el mar y los hebreos tuvieron su pascua (paso) de liberación de la esclavitud de los egipcios (Gn. 14,16). 

En el trascurso por el desierto, los judíos llevaron el oro y la plata que podían cargar sobre sus hombros, pero este no le sirvió más que para la construcción de un becerro de oro (un falso Dios) que fue destruido por la ira divina. Pero cuando el pueblo perecía de sed ante la aridez del desierto, no fueron los tesoros de oros los que les salvó, sino la mano poderosa de Dios, quien ordenó a Moisés golpear las rocas con su bastón y de ella broto el agua. Este es el día de Masa en el desierto (Ex 17,6 y Salmo 95). 

En tiempos del profeta Elías hubo una sequía de tres años sobre la faz de la tierra. Elías ora a Dios y Dios le bendice con la lluvia (1Re 18, 41-43)

Juan Bautista bautizaba en el Rio Jordán, significando el bautismo un nuevo y definitivo nacimiento. El agua como señal de la vida fue tan significativa que el mismo Dios, en la persona de su Hijo Jesús, se hizo bautizar por Juan y la voz del Padre nos lo presenta como su Hijo, Amado y Predilecto (Mt. 13,13, Lc. 3,21, Mc. 1,9).  

Jesús durante sus prédicas se presentó como el manantial de agua viva y el que tome de esta agua vivirá para siempre (Jn. 4,14). Quien cree en Dios será como un manantial de agua viva (Jn. 7, 38). 

Jesús en el calvario exclamó: “Tengo sed” y no había allí más que un poco de vinagre (Jn. 19,29).  Y en la etapa más profunda de su ser, al ser herido en su costado broto de sus pechos agua junto con la sangre. (Jn 19,34), antes de morir nos dio su última gota de agua brotada de sus pechos como señal de que el bien había vencido y el mal estaba derrotado. 

 La fe cristiana ha visto en el agua el signo de la redención de Dios. Mira el bautismo como el nacientito a una nueva vida. La tierra es nuestra y no tenemos otro planeta donde ir, por eso debemos cuidar el que tenemos. El que dé  de beber aunque sea un vaso de agua a uno de estos pequeños que me siguen, les aseguro que tendrá su recompensa en el cielo (Mt. 10.42).


P. Moisés Corcino






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